31.7.05

Mudos

La persiana está ya cerrada, casi con melancolía. Me la ha contagiado... o tal vez haya sido al revés, porque parece más lógico que sea yo el melancólico y no que una persiana de metal me haya transmitido su estado de ánimo.

Huele a papel quemado, un olor que siempre me ha encantado, y veo la lengua de la llama lamer con ansia la piel desnuda de las hojas de mi diario, dejando como único recuerdo de su pasión un cuerpo negro que se deshace lentamente en ceniza. Las palabras desaparecen lentamente, directamente en el vacío: nadie las recordará, yo las olvidaré. Quemar, no como purificación, sino como incendio. Sin metáfora, sin significado, sin San Juan ni Ku Klux Klan. Sólo mirando fijamente la danza naranja de dentro de la papelera y mordiéndome el labio inferior buscando ese "ya no hay vuelta atrás" que parece ser la única manera que encuentro de realmente irme cerrando puertas.

"Voy a dejar de escribir", le dije a Octavia el otro día. Ella no me creyó. Así que tambien he tirado mi pluma. Para que no haya vuelta atrás.