1.6.05

Simulacro

Viene por lo menos una vez al mes, empujando la silla de ruedas del chico. El muchacho tendrá seguramente sobre los diecisiete años, la boca entreabierta y la mirada perdida. Su madre le viste con la ropa que lleva el resto de chavales de su edad, con los mismos pantalones, las mismas camisetas, las mismas zapatillas. Ella anda despacio, siempre despacio, empujando la silla roja.

El otro día cuando le serví el café ví la mirada amarga de la mujer, y no pude evitar pensar que en el rinconcito más oscuro de su alma ella sentía que lo que empujaba en su silla no era más que un simulacro de persona. En su expresión cuando limpiaba la cara del chico sólo pude ver resignación, vergüenza y dolor. Busqué en ella desesperadamente el instinto maternal, la historia tierna, la ternura con banda sonora de fondo, la moraleja reconfortante... pero sólo encontré un vacío inmenso.

Y me sentí muy solo.