17.5.05

Vivir para sentir

No sé cómo se llama porque no ha venido más que un par de veces por aquí. Octavia comentó que el niño era una ricura, pero a mí todos los niños a esa edad me parecen iguales: perfectos para un ratito.

Esta mañana el chavalín iba corriendo por el bar con los brazos abiertos y haciendo ruiditos con los labios, seguramente convertido en avion o aeroplano, cuando de repente se ha caído. No sé si ha tropezado con una silla, se ha pisado el cordón de la zapatilla o una combinación de las dos anteriores. Cuando su madre lo ha levantado del suelo, el chavalín la ha mirado con cara ofendida, con cara de "con lo bien que me lo estaba pasando y ahora me pica la nariz", y ha comenzado a hacer pucheros.

Edgar le ha mirado por encima del hombro y ha comentado con voz ominosa: "Llega un momento en el que dejas de llorar por el dolor externo y sólo te logra sacar las lágrimas el interno". El abuelete Emilio le ha respondido: "Beh... Llega una edad en la que no te sacan las lágrimas ni por esas..."

Curiosa clientela...