22.5.05

La mesilla

Esta mañana, antes de irme a trabajar, mientras me ponía la cazadora para salir a la calle, he visto encima de mi mesilla de noche un objeto inofensivo: un paquete de chicles acabado, apoyado sobre uno de sus lados, con la tapa entreabierta. El sol de la mañana entraba por la ventana y rebotaba sobre él, convirtiendo parte del plástico protector en un resplandor arcoiris.

Mientras me iba acercando hacia la mesa he pensado que ahí inclinado en mitad de un mar de cristal parecía un pecio, un resto de naufragio al que iba a lamentar acercarme.

Cuando he extendido la mano para cogerlo he pensado que hacía mucho que no compraba chicles, y que seguramente pasaría mucho más hasta que volviera a comprarlos.

Cuando por fin me lo he acercado a la cara y he respirado a traves de él he pensado que no olía a chicles, sino a perfume. Un perfume dulce, levemente afrutado, algo ácido.

Lo he dejado de vuelta en la mesilla con un suspiro, y con otro suspiro lo he archivado en mi colección de recuerdos mientras salía a la calle, en la M entre Maravilla y Melancolía.

A partir de ahora los chicles con olor a perfume de frutas me recordarán a tí.