23.6.05

Sarabá

Antes de trabajar en el bar yo trabajaba en un sitio grande, de moda, impersonal. Una de mis compañeras de trabajo era una brasileña negra como el azabache, altísima, de sonrisa amplia y cuello largo, dew rostro perfecto. Parecía una diosa africana. Siempre llevaba alrededor de su cuello de ébano un collar de cuentas que parecía de inspiración africana y sobre el que sus compañeras bromeaban preguntándole si era algo de santería. Nunca intercambié demasiadas palabras con ella: en los cambios de turno a veces bromeábamos entre nosotros y alguna que otra vez intercambiábamos miradas de complicidad cuando algo divertido pasaba al otro lado de la barra. No tuvimos tiempo de tener ni siquiera una conversación seria, pues apenas un mes despues de que yo comenzara a trabajar allí ella dejó su puesto. Una semana antes de que ella se fuera, mientras yo cerraba la barra, ella se acercó a mí y me dijo con su cantarín acento brasileño: "Cuando me vaya te quiero dar mi..." -y aquí añadió una palabra que jamás he podido recordar pero que a juzgar por sus gestos se refería a su collar de cuentas. "Siempre que te he visto has estado sonriendo y siempre me has mirado a los ojos. Me has alegrado un poquito el día cada vez que has aparecido por aquí, y eso me gusta. Por eso quiero que lo tengas tú". Y con una sonrisa de satisfacción y una palmada en mi espalda quedó el trato sellado.

Hace tiempo que nadie me regala collares.